1 jun 2010

La utilidad de una filosofía de la vida

 

Filosofía de la vida.

Partícipes de un universo lleno de misterios donde toda certeza se reduce a teorías del antes y el después, teorías casi siempre opuestas y encontradas, el hombre ha de enfrentar la decisión de vivir.

Y vivir entraña elegir constantemente, responder a los distintos acaeceres del camino. Esa respuesta tiende a ser, las más de las veces, intuitiva, no producto de reflexión alguna, y revela fácilmente la personalidad y el carácter de cada uno. Pero, es normal que, en ocasiones, cuando dificultades o sinsabores nos esperan en algún recodo de nuestra travesía, nos demos el consejo silencioso de que “hay que tomar la vida con filosofía”. Sin embargo, el reconocimiento de esa conveniencia no suele ir más allá de abogar por la presencia de ánimo y ciertas dosis de conformidad, siendo muy pocos lo que, de un modo serio y premeditado hacen un alto para hacer un ejercicio de reflexión y meditación del que surja una filosofía de la vida en la que queden anclados ya el resto de nuestros pasos.

En éste momento de mi vida, en el que me es tan evidente lo insulso, confuso, y desaprovechado de andar por ella con apenas una filosofía a medio gestar que nunca terminaba de nacer, se me revela con inmensa claridad, más que la ventaja, la necesidad de enraizar el resto de mis días a una Idea que trascienda lo mundano.

Quiero ser el “mejor yo” posible, no le veo el mérito a la frase “así soy yo” que parece hacer de la aceptación una máxima noble, cuando en realidad no supone cambio alguno ni mejora. Desde la constatación de mi ignorancia, no sólo no me sumo al “vivir según mi propio gusto“, sino que busco con avidez las enseñanzas de aquellos que pisaron este mundo antes que yo, para aprovechar de ellas lo que mi entendimiento y mi intuición reconozcan como la mejor guía en pos de mis mejoras. Claro que agradezco el mero hecho de existir y de poder deleitarme con el inmenso catálogo de maravillas que el cosmos tiene que ofrecerme, claro que reivindico mi propia identidad, pero es precisamente por ello, por lo que no me basta asentarme en una postura meramente contemplativa y quiero más. Las oportunidades hay que aprovecharlas. Y es, en esa búsqueda de luz en el camino, donde aparece la Filosofía de la vida.

DESAPARECER

El primer beneficio derivado de fijarse una filosofía de vida y adherirse a ella, es el planteamiento de metas y objetivos. Así por ejemplo, J. Krishnamurti, divulgó una filosofía de búsqueda de la libertad absoluta: La consecución de una mente “anónima” que rehúya el “tu” y el “yo” sin interferencias de la tradición, sociedad, miedo o ambiciones. Frente a esta concepción nada materialista, la mayoría opta por visiones más cotidianas englobadas bajo el eufemismo difuso de “búsqueda de felicidad”, pero cuyas metas se traducen en la obtención de éste o aquel bien material.

Y por encima del vacío del anonimato de Krishnamurti, y de lo estéril y perecedero de las corrientes mayoritarias, la Filosofía de rendirse al Bien Supremo ya lleva en su enunciado el objetivo. Que nuestra vida añada un pequeño granito de arena a rendir culto a lo más espléndido que nos da a conocer nuestro intelecto. Más conmovedor e inmenso que todo el universo. Sencillamente el Bien, que contrarresta el peso de un cosmos inmisericorde. El Bien, inmune al tiempo, circunstancias y sociedades. El Bien, que resiste impoluto críticas y envites, que nos conecta con lo más elevado de nuestra propia esencia. Su semilla se encuentra en cada uno de nosotros y qué mejor empresa que nutrirlo y hacerlo cada vez más fuerte. No hay ideal más elevado, ni más estable, ni más beneficioso para el que lo procura y el que lo recibe. Realidad universal que cambia corazones, reconocido más allá de fronteras de idiomas y religiones porque es objetivo y absoluto. Y lo es, porque no está sujeto a caprichos o interpretaciones sino que, aún presente en el hombre, es el puro reflejo de la esencia de Dios.

La segunda ventaja que nos aporta la elección de una Filosofía, es procurarnos una interpretación del significado de los distintos sucesos que componen nuestra vida. Las penas y alegrías que encontramos cobran nueva lectura a la luz de cómo entendemos la existencia. Aquel que cifre todo su valor en los logros materiales de belleza, salud, poder, riqueza y comodidades, acusará su pérdida con más desesperación que el que tenga puestas sus miras en conceptos más espirituales. Ello no significa que una determinada visión del mundo invite al conformismo desde el que puedan manipularnos los ansiosos de poder sin escrúpulos como argumentan algunos (la tan trillada frase: ”la religión es el opio del pueblo”). Más bien aporta un resorte al que acogerse y desde el que tomar nuevas fuerzas, una visión desde la que relativizar loa hechos y un consuelo para los más prontos a la desesperación. Este “relativizar” no es ajeno a muchas corrientes actuales de autoayuda, que proponen un control de nuestros pensamientos para poder ser dueños de nuestras emociones que son las que dirigen el sufrimiento. Se trata de que nuestro cerebro actúe a nuestro favor para ver en los acontecimientos negativos las oportunidades que encierran. En éste sentido habla la psicóloga Mª Jesús Álava en su libro “la inutilidad del sufrimiento”, una aportación para nada religiosa al modo de entender la vida. La opción del creyente proporciona además una base a éste modo de proceder pues, en la interpretación de las vicisitudes personales siempre puede estar presente la alegría de sabernos con un sentido, con un propósito, con una tarea a llevar a cabo y con una realidad que transciende lo perceptible.

Y por último, no es de menor provecho la orientación o guía en nuestro proceder que nos proporciona el asirnos a una Filosofía. Con una meta clara en mente, y una interpretación de los sucesos acorde con las metas, nos es más evidente aquello que resulta conveniente hacer en cada caso, pero no desde la rigidez del dogmatismo, sino desde la creatividad que nos alumbren nuestros fines. De resultas de ello surgirá siempre un comportamiento coherente y menos vulnerable a caprichos o lacras de carácter. Si somos como obramos, conseguiremos ser de la mano de una filosofía de la búsqueda del Bien, el mejor “yo” posible.

EXISTIR 

Y si no hubiera otro destino más que la desaparición definitiva y tan solo tenemos esta oportunidad de ser,

¿No nos merecemos al menos eso?

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